La costumbre de seguir los mismos pasos todos los días, frotarse los ojos al despertar, mirar el techo, balbucear impronunciables, levantarse.
Asomar cuello a ventana: el clima igual. Abrir la puerta, nadie despierto (pues no habrá conexión intraterrena), caminar sabiendo a donde pero sin querer; hacer la luz accidentalmente y desplegar el abanico para que corra. Sumergirse en aquel abanico incoloro, insipido e inodoro; despojarse de los doctorados del día anterior cuidando de que no entre detergente en los ojos (que nunca pase, arde bastante).
Cerrar el abanico, ha pasado la ola calorífera, correr desnudo por el pasillo del underground, volver al sucucho que tenemos por habitación.
La tarea de elegir la indumentaria de hoy. El azul de la remera probablemente no combine con la bermuda violeta....¡Que más da!, las zapatillas rojas y al demonio con Versacce.
Hervor de agua, pequeña lluvia, ¿donde estará el té?. Las morenas de miga no se ven apetecibles. Poco tiempo. Deber partir rumbo al oficio de siempre, hacer las mismas cosas; los mismos chistes. Reírse por reír.
Esto, aquello, lo otro...... siempre igual. Ya se sabe, el cosmos gira para la derecha y el lavabo acompaña.
Víctimas del sol, responsabilidad de los relojes y el matutino. Podría hacerse algo en pos de amenizar la agotadora rutina de hacer siempre lo mismo.
Y el diario de mañana diciendo: "La policía encontró esta mañana otro cadaver más a orillas del balcón de su casa. Al parecer, se habría confundido el balcón con la puerta de calle"
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