jueves, junio 30

De límite y libertad


Decían que había un borde en el mapa, y quién sabe qué bestias se ocultaban en ellos. Decían que al llegar al límite, finalmente decantabas a la nada, un hoyo de conejo donde diestras avestruces reposan sus cabezas. Decían que ni Atlas te atrapaba en vuelo para salvarte del abismo (¿sería que sus dos manos se ven ocupadas sosteniéndo el mundo en su castigo divino?). Decían, pero nadie limitó con claraboyas el camino ni estableció lo prohibido. Solo le asignaron un monodios, un hereje, una llama y una blasfemia. Preescribieron que ese límite era intocable, y para mayor seguridad lo dejaron librado al azar para que cada cual lo imaginara sin atreverse a fisgonearlo.
Mentían porque nadie ha vivido para contarlo...(qué paradoja)... mentían porque nadie ha decantado pero todos han merodeado...
La libertad no tiene límites, por lo que el mundo real o conocido no es uno de ellos. Es preferible ariesgarse a la libertad a persistir en un cuadrado de tierra y agua, donde las flores se marchitan, el cielo se adhiere al suelo y el hombre es un imán de la sapiencia. La libertad no tiene límites. Quizás (ojalá) nunca los tenga...

viernes, junio 24

Como Voyeur (ilógico e iiracional)


Por caso descolgabas un vestido que en remojo amanecía sobre el cielo en Buenos Aires. Yo, perenne en el pasamanos de un balcón lejano, observaba desde lejos, casi sin preocupaciones, como quien nada tiene en esta vida por hacer más que flojear. Un hombre a mediodía desaflojaba su corbata que en tres giros concéntricos caía sobre el filo del placard, y el humo del décimo cigarro empañaba los vidrios de sus gafas. No lo ví, pero a distancia, supe que el perro le ladraba. Yo, desde mi ventana observaba como quien nada tiene en esta vida por hacer más que flojear.
Un revuelo de palomas sobre el semáforo de la esquina. Avenida Corrientes se desola a plena luz del día y no es domingo aún... Y entre nubes, el sol reverbera, arcoiriza, forma estelas y las ayuda a delinear formas que solo yo estaré mirando, quizás algún colgado más, pero no seremos muchos en definitiva. Si corriera con la aguja, sentiría los pinchazos del tiempo hacer estragos. No tendría que flojear y me llenaría de preocupaciones que me harían ocuparme de ellas y tomar cierto grado de responsabilidad. Cometer el imperdonable error de volverme lógico, civil, doctorado, cuerdo, estúpido y potencial. Por eso es que prefiero hacerme a un lado y tan solo mirar como un niño que nada tiene en esta vida más que hacer salvo... vivir.

lunes, junio 6

Hipotético de sueño


Saltemos la ventana que conduce a esta calle por donde vagan nuestros sueños. Rondemos entre ellos averiguando la manera más certera de hacerlos felices. Jueguemos a correrlos, a atraparlos y a envolverlos bajo el manto de un abrazo para despedirlos luego y desearles buena suerte, quizás un hasta luego. Vistámoslos de saco y corbata y doctorémoslos para poder enseñarles a aprender que de lentejuelas technicolor es el manto con que al fin pueden vestirse siendo dueños de ellos mismos.
Dejémoslos que corran por la calle y que los autos se detengan a cederles paso. Que los policías de la esquina no los cuiden, saben bien cómo comportarse. Que las madres no los llamen a la cena ni los reten, siempre tendrán edad suficiente para saberse libres.
Y un día reencontrémosnos con ellos sin saber si pasó o no el tiempo y dejemos que se esfumen del aire, y reverberen simplemente en la comisura de nuestros labios sonrientes.