jueves, junio 30

De límite y libertad


Decían que había un borde en el mapa, y quién sabe qué bestias se ocultaban en ellos. Decían que al llegar al límite, finalmente decantabas a la nada, un hoyo de conejo donde diestras avestruces reposan sus cabezas. Decían que ni Atlas te atrapaba en vuelo para salvarte del abismo (¿sería que sus dos manos se ven ocupadas sosteniéndo el mundo en su castigo divino?). Decían, pero nadie limitó con claraboyas el camino ni estableció lo prohibido. Solo le asignaron un monodios, un hereje, una llama y una blasfemia. Preescribieron que ese límite era intocable, y para mayor seguridad lo dejaron librado al azar para que cada cual lo imaginara sin atreverse a fisgonearlo.
Mentían porque nadie ha vivido para contarlo...(qué paradoja)... mentían porque nadie ha decantado pero todos han merodeado...
La libertad no tiene límites, por lo que el mundo real o conocido no es uno de ellos. Es preferible ariesgarse a la libertad a persistir en un cuadrado de tierra y agua, donde las flores se marchitan, el cielo se adhiere al suelo y el hombre es un imán de la sapiencia. La libertad no tiene límites. Quizás (ojalá) nunca los tenga...

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