Montar el escenario predilecto. Arquear el cuerpo hacia atrás. Tomar el impulso necesario. Es aquí donde sucede el momento más perfectamente urgente y necesario, el decisivo. La oleada de visualizaciones que se entremezclan como en un video del Movie Maker. Barrida ascendente y el viejo muñeco de trapo le cede el paso a aquella noviecita de la infancia. Una lluvia de letras formando el nombre de alguien que vaya a saber uno a quién corresponde. Aquél examen reprobado al responder con incorrección los cambios de estado del agua: de gaseoso a liquido, liquido a sólido y esto se llamaba...¿condensación? no, no era así... EL gol que el certero delantero de área erró bajo los tes palos solo el día de la final. El grito de una mujer atropellada, del gato abandonado, del perro hambriento. El paso de una nube deformándose en el aire. El fin del pocillo de un café tomado. La tapa del diario de ayer.La bolsa que sube y junto a ella la inflación. La triste historia de cinco siglos igual. El fracaso de una vida sin piedad, los hijos que no estudian y el jefe que no para de reprochar.
Ese lapso que sirvió de fuente para la toma de aire, para balancearse nuevamente hacia adelante. Amago de estornudo. No. Un simple paso de aire.
Y aprender a contar hasta tres.
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