No. No está caída del árbol la última hoja, hasta que el otoño acaba. Y es ese otoño el que no mengua ni para. Ni se fracciona en años, ni se permite separar de las estaciones contiguas. No. Van juntas una a la otra, enlazadas por lluvias que apenas simbolizan melancolías breves y silenciosas. Entonces, las hojas que caen, dan paso a las flores nuevas y coloridas; y el ocre se ensalza en bellísimos violetas, amarillos y verdes que, a contratono con el aire celeste, forman un collage de vida que luciérnagas nocturnas iluminan por las noches, y sobrias mariposas technicolor realzan por las mañanas.
No. No está caída del árbol la última hoja, ni el libro tiene una página final. Será libro mientras la tinta corra para desangrarse sobre sus paredes, continuando el maravilloso arte de (d)escribir la vida misma. Solo la acción de vivir es la que mantiene dicha fantasía. Aún en su total realidad...
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