Fue el tiempo que se escurrió a cuentagotas por la línea del espacio. Ese tiempo maratonista, corredor en cien metros llanos, que nos envejeció. Nos regaló recuerdos, bastantes recuerdos. Nos dió aromas de guisos y cuentos de medianoche. Calor de hogar. Amor de lazo. Pero todo eso se patinó. Se esfumó muy lentamente en la misma proporción que el tiempo transcurría. Y no lo vimos. No supimos. No quisimos. Nadie sabe bien. Sin embargo, sabremos siempre bien cuánto nos quisimos.
Aquí estamos: llorando el mar y oyendo el silencio. Un dolor perenne nos asecha, nos rodea, nos contiene. Estamos solos y vacíos. Somos un río salado cayendo en cascada desde un montón de ojos.
Es solo una canción por si acaso no llegara a agradecerte todo lo que me has brindado.