martes, septiembre 18

Si...

 

Si al mirar prestás atención a través del vidrio esmerilado que
separa el reino de la urbe de tu propio reino,
y notas que allí afuera ocurre vida, aflora:
no hay nada más triste que verse envuelto entre paredes sonsas.

Si al respirar persiste en el aire ese olorcillo a lluvia
y puedes aseverar que, en efecto, el cielo se enorgullece de
su taimado canto, de su célebre eclipse de angustia, no corras:
camina lento como si fueras la flor que entonces engulle su vital elemento.

Si al agitar tus palmas, naciera de ti la necesidad
de parecerte a un pájaro batiendo vuelo, con su plumaje entero y coloreado,
y quieres echarte a la vida atravesando los límites de tus propios brazos...
abraza el mundo: es poco y nada, y aún así nunca termines de abarcarlo!!

Si acaso cantas, como el ruiseñor aquel que mece en el árbol manso;
y notas que tu canto persiste a pesar de la urbe, la lluvia y el esmerilado.
Si acaso cantas, conectándote en tu canto con la sabia misma que corre entre tus brazos.
Si acaso cantas, no calles nunca: nadie sabe si podrán o no apreciarlo.